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Para ponernos a pensar...
 
 Confusión: causa y consecuencia.

Muchas veces, los hombres suelen confundir el pecado con sus consecuencias.
Y les entristece entonces el fracaso que introduce en su vida personal,
o la humillación de haber faltado a un deber o los daños producidos a otras personas.
Ven el pecado en relación a su propio ideal roto o al mal causado a otros.
Sin embargo, no hay pecado sino en cuanto ofensa a Dios;
secundariamente, también en relación a uno mismo, a los demás y a toda la sociedad.
He pecado contra Yahvé, afirma el rey David
cuando se da cuenta del delito que cometió contra Urías.
Había cometido un adulterio, procurando después la muerte, de forma vergonzosa,
al marido de la adúltera, un amigo y uno de sus mejores generales.
Sin embargo, el adulterio, el crimen perpetrado, el abuso de poder,
el escándalo dado al pueblo, por graves que hubieran sido,
los juzgaba superados en malicia por la ofensa a Dios.

Padre Francisco Fernández Carvajal.