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Para ponernos a pensar...
 

    Cuando reces.


    “Cuando reces, entra en tu pieza, cierra la puerta
    y ora a tu Padre que está allí, a solas contigo. Y
    tu Padre, que ve en lo secreto, te premiará.”
    Mateo 6,6
    Mantener la fuerza en el Señor, es hacer la unidad en todo su ser
    a través del silencio interior;
    es recoger todas sus fuerzas para ocuparlas únicamente en el ejercicio de amar;
    es tener esa mirada simple que permite que la luz se derrame.
    Un alma que entra en discusión con su yo,
    que está ocupada en sus sensibilidades,
    que discurre pensamientos inútiles, un deseo sin importancia,
    esta alma dispersa sus fuerzas, no está del todo ordenada a Dios…
    Todavía hay en ella cosas demasiado humanas,
    hay una disonancia.
    El alma que todavía guarda en su reino interior alguna cosa,
    que todas sus fuerzas no están “concentradas” en Dios,
    precisa, sin cesar, reunir las cuerdas de su instrumento
    un poco desperdigadas por todos lados.

    ¡Cuán indispensable es para el alma que quiere vivir
    ya aquí la vida de los bienaventurados;
    es decir,
    de los seres simples, de los espíritus,
    esta bella unidad interior!
    Me parece que el Maestro se refería a esta mirada
    cuando hablaba a María de lo “único necesario”.
    ¡Cómo lo comprendió la gran santa!
    La mirada de su alma iluminada por la luz de la fe,
    había reconocido a su Dios bajo el velo de la humanidad,
    y, en el silencio,
    con sus fuerzas unidas,
    “escuchaba la palabra que Él le decía”…
    Sí; no sabía nada fuera de Él.


    Beata Isabel de la Trinidad (1880-1906), carmelita descalza